Con la introducción del nabo, todo esto cambió. Si se dedicaba a nabos una parte de la finca, se podía seguir alimentando y cebando a los animales durante todo el invierno, manteniéndose la producción de leche de vaca. Y después del nabo se cultivaban otras raíces.
Dentro del grupo de las raíces incluyendo todas las plantas conocidas como forrajeras, tales como la col, los repollos, el colinabo, y asimismo las plantas cuyas raíces son la parte que cultivamos para alimentarnos y para forraje. Esta simplificación está justificada por el hecho de que todos estos cultivos pueden ocupar el mismo turno de rotación y sirven al mismo fin, cual es, en términos generales, alimentar el ganado durante el invierno, que es la temporada en que escasea la hierba. Y nosotros también podemos comer algunas de estas raíces. Todas estas plantas tienen en común lo siguiente: acumulan energía durante el verano, de suerte que puedan pasar el invierno en estado latente, liberar posteriormente esta energía a comienzos de la primavera y florecer y dar semilla antes que otras plantas anuales. Son en realidad bienales. Las almacenamos y las aprovechamos para la alimentación invernal.
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